Existo, para vivir

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Existo, para vivir combina la novela negra con la reflexión filosófica. Tal ensamblaje se hace posible gracias a una labor narrativa hilada con esmero e intensidad, en la que la trama da lugar a disquisiciones sobre problemas de indudable actualidad avaladas por filósofos y literatos, cuyas citas textuales aparecen integradas con naturalidad en la narración (por ello el lector cuenta al final de la novela con un índice de citas).

Aventurar los desafíos existenciales y dramáticos con los se enfrentarán los personajes principales podría desvelar los giros argumentales que hacen de esta obra una intrigante singladura, por la que sobrevuelan cuestiones como el género, la neurociencia, la irreconciliable identidad de lo humano, el forcejeo entre nuestras creencias y pasiones más arraigadas y la liquidez de los tiempos que corren. De esta forma, la autora ahonda en las profundidades del abismo abierto entre el hecho de existir y la dificultad de convertir esta determinación en vida.

“Me senté en el sillón alumbrado por una luz halógena, tras poner un vinilo de los Conciertos de Brandemburgo de Bach (1-6). Necesitaba calmar e inyectar algo de luz en mi interior, y no esa luminosidad que procede del pensar que es tan efímera, sino la que se instala en el estar y en el ser, que sin poder dar cuenta de ella nos aferra a la solidez, la cual, ciertamente, tampoco sabemos de dónde procede. Así, en un ambiente inmejorable, después del indeseable inicio de la noche, cogí un libro y me perdí entre los conciertos de Bach y las palabras escritas. Hundido en un cierto sopor, se me infiltró nuevamente una frase que, para bien o para mal, acabaría funcionando, como ya era habitual en mí, de periscopio vital: aunque tan solo sea para que si en algún escondrijo te hallaras, sepas qué hago aquí y a qué he venido Constituía una resonancia de lo acontecido, mediante la que fluía ese deseo de ser alguien importante para Ceci”.

Existo, para vivir