Entrevista a Emilio Alonso

Avanzada la década de los años setenta, Bérnard Savoy regresaba a Barcelona después de un largo viaje; lo hacía soñando con una vida llena de oportunidades. También creía que era la mejor decisión para ver crecer a su hijo. Sin embargo, se olvidaba de que las grandes ciudades son despiadadas y ajenas al dolor de las gentes, eso hizo que no calibrase bien los desafíos que tendría que ir sorteando.

Conversamos con Emilio Alonso, escritor vigués de extensa trayectoria y autor de La señal que ya sé, una novela negra y social que toma como escenario central las calles de Barcelona .


1. Este libro aborda la marginación económica y social, reflejando un contexto histórico concreto. ¿Qué te llevó a centrarte en el barrio del Raval y en ese periodo de tiempo?

Sin duda. La década de los años 70 marcó mi vida en todos los aspectos: madurez, independencia, viajar y conocer otros países, abrirme a otras culturas y posicionar y defender mis ideales. Viví en Barcelona en los años que se desarrolla la novela, y caminé en infinidad de ocasiones por El Raval. Me gustaba el ambiente ecléctico del barrio; en las plazas, en las calles. Conocí el Barrio Chino de día y en la noche. Y cómo siempre fui alguien que observa tratando de no ser observado, veía las dificultades y las adicciones que se expresaban a pie de calle, y me adentré en las casas donde existían los retretes comunitarios por planta. En definitiva, esta historia necesitaba del Raval y El Raval necesitaba esta novela.

2. Bérnard Savoy parece ser un personaje complejo y profundamente humano. ¿Qué te inspiró a crear un protagonista con un bagaje tan marcado por las decepciones y los valores éticos?

Bérnard Savoy es un personaje que ya vivió en mi primera novela y no fui capaz de abandonarlo en ‘La señal que ya sé’. A veces pienso que Bérnard Savoy es quién escribe el relato, en otras, es él quien se adapta a los caprichos del autor que va explorando todas las aristas del poliédrico personaje: egoísta, intrépido, canalla, sumiso, solidario, tierno, solitario. Pero en realidad, creo, estoy a punto de descubrir, que subyace una fusión entre ambos, no sin enormes controversias. Bérnard Savoy necesita vivir al límite o tal vez alargarlo más; y el autor, doy fe de que camina más lento.

3. La relación entre padre e hijo parece ser un eje fundamental de la novela. ¿Qué mensaje intentas transmitir a través de esta dinámica?

La relación entre padre e hijo contiene mucho amor y excesiva perversidad. Sin embargo, paradójicamente, el bebé Guido Savoy es el único que consigue que su padre continúe vivo. Y tengo que confesar que no existe ningún mensaje, si acaso, se podría valorar como un anti mensaje.

4. Has mencionado que tu obra refleja ideales como el amor libre y el nihilismo activo. ¿Cómo están presentes estos temas en La señal que ya sé?

Quien lea la novela, se da cuenta de que Bérnard Savoy no cree en nada ni en nadie, no sigue reglas, leyes, costumbres o apegos. Sin embargo, se aferra a sus ideales (que con frecuencia también destroza), con la ilusión de crear un mundo distinto y una nueva realidad social: solidaria y fraternal. Y a la vez, en lo que respeta al amor, no busca compromisos clásicos sino compartir con los demás y honestamente, sexo y afectos. Aunque, quizá, en algún recóndito lugar de su corazón, tenía algo que gritaba tratando de salir a la vida.

5. El título de la novela, La señal que ya sé, invita a muchas interpretaciones. ¿Qué significado tiene para ti y cómo conecta con la trama?

En cada página de la novela existen señales que a veces el protagonista interpreta y en otras ocasiones no. Así mismo, los signos inaudibles también están en la narrativa pensando en el lector, para que, con cierto riesgo, él o ella se fusione con la trama de forma activa y pueda vivir, dentro de la novela, en una realidad virtual.

6. El choque entre ideales y la crudeza de la realidad parece ser un conflicto central en la novela. ¿Crees que este enfrentamiento sigue siendo vigente en la sociedad actual?

No sé si ese choque existe actualmente en la sociedad capitalista que lo ha inundado todo. Mi casa está en una isla muy pequeña y antes en otra aún menor. Soy consciente de que vivo en una burbuja donde mis ideales se mueven en libertad. Por eso escribo historias donde me traslado a otras épocas que sí sufrí y disfrute de cambios que ahora van en otra dirección. Y que no me gusta nada.

7. En tu trayectoria como poeta y novelista, ¿cómo influye la poesía en tu narrativa? ¿Podemos encontrar un estilo lírico en esta obra?

No tengo un estilo definido. Supongo que soy una mezcla de todas las lecturas que permanecen en mi memoria (los clásicos, el simbolismo de los poetas malditos, los novelistas, ensayistas y poetas del modernismo español, poetas gallegos, la generación beat…). Si acaso, mi cabeza piensa como poeta y a mi pluma también le gusta escribir novela.

8. Al escribir esta novela, ¿hubo algún desafío particular al explorar el lado oscuro de las grandes ciudades y sus efectos en las personas?

Me daba cuenta de que no estaba creado para soportar las exigencias de las grandes ciudades cuando me alejaba de ellas, a pesar de que volvía una y otra vez. Afortunadamente, llevo nueve años lejos de ese mundo tan hostil para mí.

9. La señal que ya sé es tu segunda novela después de una destacada carrera en la poesía. ¿Qué diferencias encuentras en el proceso creativo entre ambos géneros?

La poesía la vivo en cada instante de mi vida. Escribir novela es una necesidad vital de expresión, que irrumpe en los momentos donde mi conciencia grita buscando desahogarse en el portátil.

10. Como residente de Lanzarote, un entorno tan particular, ¿cómo afecta este paisaje y estilo de vida a tu escritura, incluso cuando narras historias ambientadas en lugares tan diferentes?

Dicen que la isla de Lanzarote te envuelve con una magia sublime. Lo importante para mí es dialogar con ella, y cuando lo consigo, surge un “estado elevado de conciencia”, y ahí, mi pluma detiene el tiempo.

11. ¿Qué esperas que los lectores se lleven al cerrar el libro? ¿Algún aprendizaje, reflexión o simplemente una experiencia emocional intensa?

No se me ocurre pensar que yo, en este o cualquier otro libro, pueda dogmatizar, enviar mensajes o provocar reflexiones. Sólo deseo que los lectores se diviertan, sufran o hablen del autor con malquerencia. Si ocurre alguna de estás circunstancias, me sentiré feliz.

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